Hace mucho tiempo, en un antiguo pueblo, un pequeño animalito era conocido por todas las personas de la localidad por su actitud temperamental. Se trataba de Tlacuatzin, de pelaje oscuro, rostro pálido, ojos redondos, orejas puntiagudas y cola frondosa, un tlacuache que disfrutaba hacer cosas por las que no debería sentirse orgulloso. Robaba comida, era grosero y perezoso. Y además, se encontraba completamente enamorado del pulque. Se la pasaba en casa de Atzin, un joven muy valiente y de su hermana menor, Mixtli, una dulce niña. Ambos hijos de Iztli, su padre, y Yali, su madre. Nadie confiaba en el pequeño marsupial, pero los niños sentían curiosidad e incluso afinidad por él.
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